Publicado por Tomi Barrionuevo Martínez en IBIUT. Año XXVIII núm. 163.
Qué puedo decir de la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, que no se haya dicho ya; su ubicación, La Plaza Vázquez de Molina, una plaza que no es fácil encontrar igual en España y dicen que ni en Europa. Esta plaza es un conjunto de bellos edificios monumentales que acompañan a la Colegiata: La Sacra Capilla de El Salvador, Palacio del Deán Ortega, Palacio Vázquez de Molina, Palacio Marqués de Mancera…el monumento al arquitecto Andrés de Vandelvira. El 3 de julio de 2003 esta plaza fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
En el año 1983, en esta emblemática iglesia la amenaza caía sobre ella, su ruina era notable, corría riesgo de derrumbe y fue cerrada para comenzar con su restauración, la cual se ha alargado en más de 25 años de obras que parecen no acabar nunca. En la primera fase de su restauración al derribar las bóvedas de yeso, la iglesia empezó a desestabilizarse. En la quinta fase se restaurará la capilla de Jesús Nazareno, que no ha estado exenta de polémicas. Cuando esté acabada la restauración, el templo no será el que ha sido durante tantos años, ya que se han perdido muchos bienes que la formaban y ha sido cambiada su apariencia, con un artesonado que ha quitado la belleza original del techo.
La iglesia de Santa María, ha sido testigo de la entrada y de tiempo de culto vivido dentro de ella de muchos ubetenses; del besapié al Cristo de Medinaceli, el primer viernes del mes de marzo; de muchas bodas, cuando los contrayentes bajo previo pago obligatorio a la parroquia de la que pertenecía la futura esposa, elegían para el día más importante de su vida Santa María, por considerarla la iglesia más bonita de Úbeda; de nuestras visitas al rezo de nuestra Patrona, La Virgen de Guadalupe, lo que hacía que en la calle Real nos congregáramos parte de los ubetenses que bajábamos a la plaza de Santa María, como así la llamábamos entonces, o subíamos de ella y, para los que entonces estábamos en la edad del noviazgo, era nuestro paseo diario por la tarde, hasta que la Patrona era llevada a su Santuario del Gavellar en el mes de septiembre.
Nada más cruzar el umbral de la puerta de la iglesia, nos encontrábamos con un mosaico de cerámica con una inscripción que para nadie pasaba desapercibida que decía: “SI QUIERES QUE TU DOLOR SE CONVIERTA EN ALEGRÍA NO TE PASES PECADOR SIN DECIR AVE MARÍA”. En el claustro, con bóvedas de crucería, en la parte izquierda tras una reja estaba el gran ciprés, que desde varios puntos de Úbeda se podía ver, fue talado por encontrase enfermo. Y la pila del agua bendita, donde introducíamos los dedos de la mano derecha para hacer la Señal de la Cruz antes de pasar al templo.
La última vez que pude entrar en la iglesia de Santa María, lo hice cuando el segundo de mis hijos, Juan Ángel, tenía muy corta edad, lo que hace que él no tenga noción de cómo era el templo, de ahí su interés por esta emblemática iglesia y, que su deseo de verla al fin restaurada sea unánime entre los ubetenses. Lo que no hemos perdido durante estos años de cierre de la iglesia, ha sido la salida del Viernes Santo de la imagen de Nuestro Padre Jesús, por la Puerta de la Consolada en la fachada este del templo donde se encuentra dicha puerta.
Juan Pasquau dijo de Santa María“…Santa María, encaja –sin alterar su fisonomía- todos los modos de la historia del arte. Diríase que ha asimilado los estilos con estilo, con personalidad; porque donde el templo de Santa María no es bello, es original. Y donde resulta extraño, acusa con destello curioso de novedad; nunca de vulgaridad…” Este humanista ignoraba, como todos los ubetenses, los años que permanecería cerrada.