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Santa María, esta enorme fábrica con sus dos espadañas mirando al cielo nos invitaba abriéndonos paso su puerta grande de siglos y de historia. Pasando a su interior, a la derecha, el blasonado escudo tallado en piedra del que fue obispo de Jaén, D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, que bajo su disposición se construyó esta puerta principal. Pasábamos al bello claustro gótico, pero antes la imagen de la Virgen Santa María en piedra y tamaño natural con la inscripción al pie de “SI QUIERES QUE TU DOLOR SE CONVIERTA ALEGRÍA NO TE PASES PECADOR SIN DECIR AVE MARÍA”.
¿El porqué de las añoranzas? El recuerdo melancólico se da más en los que ya avanzamos en la edad, quizá por esa simple regla de, a más años, más recuerdos.
En este caluroso día de finales de Julio, cuando el Sol se ha escondido y solo queda en el horizonte una estela purpúrea que lentamente se va esfumando, sin el agobio del intenso calor, me dirijo, como de costumbre, a cumplimentar mi visita a nuestra Patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe. La Iglesia de la Santísima Trinidad me acoge en una atmósfera de suave frescor. Después de elevar mis preces al Señor inicio mi monólogo habitual con la Virgen, que me mira rodeada de rosas, claveles, lirios y luces. ¡Cuánto años visitando a la Patrona! Desde su llegada de Mayo, hasta la despedida de Septiembre, en que retorna a su ermita del Gavellar.
En la actualidad el “vamos a hacer la visita a la Virgen” en la iglesia de La Trinidad, para una mayoría de fieles, constituye un paseo relativamente corto. Esto hace que desde adentro nos brote el recuerdo vivo de tantos y tantos años en que por pertinente derecho, la Santísima Virgen nos recibía en su capilla de Santa María de los Reales Alcázares. (Actualmente cerrada al culto, como todos sabemos, por las obras de restauración que padecemos y que se prolongan exasperantemente).
Entonces el ir a “ver a la Virgen” constituía un verdadero paseo; se puede decir que se echaba de la tarde. Parejas de novios, bandadas de jóvenes, mayores y niños, con sus ilusiones y esperanzas se daban cita para ir a rezarle a su Patrona. (Ahora parece ser que son menos los grupos de jóvenes que visitan a la Virgen, quizás la culpa sea de los Pub, de la TV, de las litronas…, de estos tiempos). El largo desplazamiento era aprovechado para el diálogo y conocimiento de unos con otros, propiciando amistades que en muchos casos era el inicio de una relación más íntima. Y así llegaba a la gran Plaza de Santa María, denominada oficialmente de Vázquez de Molina, plena de monumentos artísticos. Destacando al fondo la esbelta torre de la Sacra Capilla de El Salvador.
Santa María, esta enorme fábrica con sus dos espadañas mirando al cielo nos invitaba abriéndonos paso su puerta grande de siglos y de historia. Pasando a su interior, a la derecha, el blasonado escudo tallado en piedra del que fue obispo de Jaén, D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, que bajo su disposición se construyó esta puerta principal (No es el momento de extenderme en detalles artísticos, históricos, o arqueológicos, pues es demasiado la historia que arrastra este monumento ni el motivo de este artículo). Pasábamos al bello claustro gótico, pero antes la imagen de la Virgen Santa María en piedra y tamaño natural con la inscripción al pie de “SI QUIERES QUE TU DOLOR SE CONVIERTA ALEGRÍA NO TE PASES PECADOR SIN DECIR AVE MARÍA”. Ya en el interior de la iglesia se notaba el suave sosiego de la paz que se respira en los espacios místicos.
La capilla de la Santísima Virgen armoniosa y proporcionada. La sacra imagen ocupaba el centro del gótico retablo, rodeada de su destellante aureola, de luces y de flores. El espacio era ocupado por dos hileras de bancos invitándonos a la meditación y a la plegaría.
La chiquitilla y la más grande, nuestra señora de Guadalupe y del Gavellar, siempre acogiendo la oración sincera, nos despedía con la confortante esperanza de su intercesión.
De salida a la amplia plaza, gritos de niños, murmullos y risas de las mozas, vida derramándose. El brillo de la Luna que se mira en la fuente entre el gorgoteo plateado del agua y las estrellas.
¿El porqué de las añoranzas? El recuerdo melancólico se da más en los que ya avanzamos en la edad, quizá por esa simple regla de, a más años, más recuerdos.
En este caluroso día de finales de Julio, cuando el Sol se ha escondido y solo queda en el horizonte una estela purpúrea que lentamente se va esfumando, sin el agobio del intenso calor, me dirijo, como de costumbre, a cumplimentar mi visita a nuestra Patrona, la Santísima Virgen de Guadalupe. La Iglesia de la Santísima Trinidad me acoge en una atmósfera de suave frescor. Después de elevar mis preces al Señor inicio mi monólogo habitual con la Virgen, que me mira rodeada de rosas, claveles, lirios y luces. ¡Cuánto años visitando a la Patrona! Desde su llegada de Mayo, hasta la despedida de Septiembre, en que retorna a su ermita del Gavellar.
En la actualidad el “vamos a hacer la visita a la Virgen” en la iglesia de La Trinidad, para una mayoría de fieles, constituye un paseo relativamente corto. Esto hace que desde adentro nos brote el recuerdo vivo de tantos y tantos años en que por pertinente derecho, la Santísima Virgen nos recibía en su capilla de Santa María de los Reales Alcázares. (Actualmente cerrada al culto, como todos sabemos, por las obras de restauración que padecemos y que se prolongan exasperantemente).
Entonces el ir a “ver a la Virgen” constituía un verdadero paseo; se puede decir que se echaba de la tarde. Parejas de novios, bandadas de jóvenes, mayores y niños, con sus ilusiones y esperanzas se daban cita para ir a rezarle a su Patrona. (Ahora parece ser que son menos los grupos de jóvenes que visitan a la Virgen, quizás la culpa sea de los Pub, de la TV, de las litronas…, de estos tiempos). El largo desplazamiento era aprovechado para el diálogo y conocimiento de unos con otros, propiciando amistades que en muchos casos era el inicio de una relación más íntima. Y así llegaba a la gran Plaza de Santa María, denominada oficialmente de Vázquez de Molina, plena de monumentos artísticos. Destacando al fondo la esbelta torre de la Sacra Capilla de El Salvador.
Santa María, esta enorme fábrica con sus dos espadañas mirando al cielo nos invitaba abriéndonos paso su puerta grande de siglos y de historia. Pasando a su interior, a la derecha, el blasonado escudo tallado en piedra del que fue obispo de Jaén, D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, que bajo su disposición se construyó esta puerta principal (No es el momento de extenderme en detalles artísticos, históricos, o arqueológicos, pues es demasiado la historia que arrastra este monumento ni el motivo de este artículo). Pasábamos al bello claustro gótico, pero antes la imagen de la Virgen Santa María en piedra y tamaño natural con la inscripción al pie de “SI QUIERES QUE TU DOLOR SE CONVIERTA ALEGRÍA NO TE PASES PECADOR SIN DECIR AVE MARÍA”. Ya en el interior de la iglesia se notaba el suave sosiego de la paz que se respira en los espacios místicos.
La capilla de la Santísima Virgen armoniosa y proporcionada. La sacra imagen ocupaba el centro del gótico retablo, rodeada de su destellante aureola, de luces y de flores. El espacio era ocupado por dos hileras de bancos invitándonos a la meditación y a la plegaría.
La chiquitilla y la más grande, nuestra señora de Guadalupe y del Gavellar, siempre acogiendo la oración sincera, nos despedía con la confortante esperanza de su intercesión.
De salida a la amplia plaza, gritos de niños, murmullos y risas de las mozas, vida derramándose. El brillo de la Luna que se mira en la fuente entre el gorgoteo plateado del agua y las estrellas.
La capilla de la Santísima Virgen armoniosa y proporcionada. La sacra imagen ocupaba el centro del gótico retablo, rodeada de su destellante aureola, de luces y de flores. El espacio era ocupado por dos hileras de bancos invitándonos a la meditación y a la plegaría.
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En el interior de la iglesia se notaba el suave sosiego de la paz que se respira en los espacios místicos.Con estas vivencias me vienen a la memoria unos viejos de la época:
“Al pasar por la calle de los Molinos, / entre geranios y rosas/ dos mocitas susurraban, / me puse atento a escuchar, / y las campanas de Santa María,/ ¡Tín Tan! ¡Tín Ton!/ en una fuente bebí/ agua clara que fluía. / Uso novios se reían/ junto a un seto del jardín, /, / y las campanas de Santa María, / ¡Tan Tín! ¡Tan Tín!/ La luna cubría de plata/ las torres de la gran plaza. / Mil recuerdos del ayer/ en el aire aleteaban, /, / y las campanas de Santa María, / ¡Tín Tan! ¡Tín Ton!/ Me alejé mirando al cielo/ entre ecos de risas y suspiros, / entre rosas floreciendo/ y aromas de jazmín, / y las campanas de Santa María,/ ¡Tan Tín! ¡Tan Tín!/
¡ Cuándo volverán a tener vida las campanas de Santa María!
“Al pasar por la calle de los Molinos, / entre geranios y rosas/ dos mocitas susurraban, / me puse atento a escuchar, / y las campanas de Santa María,/ ¡Tín Tan! ¡Tín Ton!/ en una fuente bebí/ agua clara que fluía. / Uso novios se reían/ junto a un seto del jardín, /, / y las campanas de Santa María, / ¡Tan Tín! ¡Tan Tín!/ La luna cubría de plata/ las torres de la gran plaza. / Mil recuerdos del ayer/ en el aire aleteaban, /, / y las campanas de Santa María, / ¡Tín Tan! ¡Tín Ton!/ Me alejé mirando al cielo/ entre ecos de risas y suspiros, / entre rosas floreciendo/ y aromas de jazmín, / y las campanas de Santa María,/ ¡Tan Tín! ¡Tan Tín!/
¡ Cuándo volverán a tener vida las campanas de Santa María!