sábado, 27 de julio de 2019

El Obispo Pos tridentino Sancho Dávila Toledo, promotor de las Fachadas Principales de la Iglesia de Santa María de Úbeda.


El Obispo Pos tridentino Sancho Dávila Toledo,  promotor de las Fachadas Principales de la Iglesia de Santa María de Úbeda.

Juan Ángel López Barrionuevo.

Dibujo de la Fachada de Santa María en el siglo XIX; Atribuido a Carderera, donde podemos observar la antigua Torre Campanario de la Iglesia.


Como podemos imaginar la iglesia colegial ubetense, durante el siglo XVI no podía ofrecer un aspecto más bronco y medieval: un auténtico baluarte militar en el corazón emblemático de la renovada y aristocrática ciudad en la plaza Vázquez de Molina. Dibujo de Rafael Vañó Silvestre, de como era el aspecto exterior de la Iglesia, antes de la construcción de su actual Fachada.


Santa María a primeros del siglo XX. Foto Gentileza de José Luis Latorre.





Por los trabajos de Almagro García conocemos de un modo indiscutible cual era el estado que debió presentar esta iglesia de Santa María hasta los primeros años del 1600. Ya que hasta construirse las actuales portadas y fachadas, el exterior del templo, estaba configurado por la muralla que cerraba el Alcázar. Hacia 1510 se inicia la construcción de una portada que la abra al "llano", en tiempos del obispo de Jaén don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, destruyendo para ello un trozo de muralla entre dos torreones.

Como podemos imaginar la iglesia colegial ubetense, durante el siglo XVI no podía ofrecer un aspecto más bronco y medieval: un auténtico baluarte militar en el corazón emblemático de la renovada y aristocrática ciudad en la plaza Vázquez de Molina.

Por tal motivo, se opta en el siglo XVII,  de la transformación  del exterior de el templo Colegial con un perfil constructivo uniforme, dado por una gran pantalla arquitectónica, a base de diez pilastras de orden gigante sobre basamento y pedestales resaltados, que la van estructurando en tramos, así como por una tribuna o balconada corrida con clasicistas pináculos, dos ventanales neogóticos cegados y dos espadañas de 1886 con cuatro campaniles cada una y las esculturas en piedra de la Virgen de Guadalupe y San Lorenzo. La nueva fachada principal, con su portada, es contratada por don Antonio de Molina Valenzuela, por mandato del obispo Sancho Dávila, en marzo de 1604, al maestro Martín López de Alcaraz, su proyectista.

La portada norte es muy vandelviriana, adaptándose al esquema de arco triunfal, con tres pisos. El primero con un arco de medio punto, en cuyas enjutas reposan ángeles con elementos de la Pasión, los clavos y la corona de espinas. En los laterales del arco, se disponen columnas corintias pareadas sobre pedestales y, entre éstas hay sendas hornacinas con San Pedro y San Pablo. El piso central descansa sobre un basamento, emergiendo en el centro el escudo del Obispo promotor de la obra, rodeado por la Esperanza y La Fortaleza y, en los laterales, Moisés e Isaías. Sobre el basamento un relieve muestra la Adoración de los Pastores, obra de Luis de Zayas.

Este relieve, obra de Zayas inspirada en un dibujo de Zúccaro grabado por Cort, está coronado por un frontis partido, en cuyo tímpano es albergada una hornacina entre pilastras jónicas con la Imagen de la Virgen Asuncta al Cielo entre ángeles, rodeada por dos jarrones de azucenas, símbolo de virginidad y pureza de la Madre de Dios, mensaje concepcionista que es completado en 1645, año en que el Cabildo municipal aprueba el juramento hecho en defensa del dogma de la Inmaculada Concepción, cuando se ordena la colocación de una inscripción en los pedestales de las columnas del segundo cuerpo: "IN SIGNE HUYUS ECLESIAE CAPITULUM VOTO SE OBSTRIMXIT INMACULATAE DEY PARE VIRGINIS CONCEPCIONIS PROPUGNANDA. ANNO MDCXLV. MARIA SANTISIMA SEÑORA NUESTRA, CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL".Un medallón con Dios Padre remata la portada. Las espadañas se realizan a finales del s.XIX para sustituir a la vieja torre que aprovechaba el antiguo alminar de la mezquita y estaba muy deteriorada.
La portada de la Consolada, también tiene forma de arco de triunfo, compuesta por arco de medio punto, flanqueado por columnas corintias sobre pedestales, fue trazada por López de Alcaraz, un discípulo y continuador del estilo Vandelviriano en Úbeda. En las enjutas aparecen la Fe y la Caridad y en sus laterales dos hornacinas con San Juan Bautista y San Sebastián. El cuerpo central lo preside la Virgen con el Niño en el interior de una hornacina rematada por venera. La imagen aparece rodeada por los escudos del mismo Obispo promotor de la obra.

Escudo del Obispo Sancho Dávila, en la Casa Parroquial de la Iglesia de San Pablo de Úbeda. Foto Santiago Abella



Como ya hemos dicho anteriormente, el obispo postridentino Sancho Dávila y Toledo ordenó la construcción de las fachadas y portadas exteriores a principios del siglo XVII, para equiparar en importancia la imagen de la antigua colegiata a los edificios de la Plaza Vázquez de Molina.

Sancho Dávila nació en Ávila en 1546, nieto del primer marqués de Velada y hermano del segundo, estudió en Salamanca, de cuya Universidad llegó a ser Rector en cuatro ocasiones, lo que le imprimió un profundo gusto académico y gran erudición. Obtuvo diversas prebendas eclesiásticas y fue ordenado sacerdote, llegando a ocupar la canonjía penitenciaria de Ávila. El 25 de mayo de 1591 fue nombrado obispo de Cartagena, de donde tomó posesión por poderes otorgados a los Inquisidores del Reino de Murcia. Consagrado obispo el 20 de octubre, efectuó su entrada en Murcia el 11 de diciembre de 1591.

En 1600 se le entregó  el obispado de Jaén, donde permaneció tres lustros hasta que fue de nuevo promovido a otra diócesis, la de Sigüenza. En ésta permaneció desde 1615 hasta 1622, cuando se le envió al episcopado de Plasencia, sin duda la mejor diócesis de España después de las metropolitanas.
Toda la actuación pastoral del obispo Sancho Dávila se orienta a la puesta en práctica y ejecución de lo dispuesto en el Concilio de Trento; y no sólo en lo referente a una serie de normas concretas, sino que, plenamente imbuido por el espíritu tridentino, nuestro prelado impregnó todas sus  Diócesis donde gobernó de ese carácter donde la revistió de manera más o menos consciente del talante conciliar. Ya hemos apuntado cómo se desprende del Concilio la exaltación de la figura episcopal, ya sea de manera explícita en los cánones o decretos, ya de forma implícita en el tono en el que se desenvuelve todo el contenido. En cualquier caso, la importancia que consiguen los obispos en sus diócesis no era conocida hasta el momento, y a la vez era garantía de una jerarquía organizada que permitía el mantenimiento en la sana doctrina, amén de una ratificación frente a la  herejía luterana contraria a la Tradición y a la Sucesión Apostólica.

Estaba de visita pastoral por su obispado cuando le sobrevino la muerte en Jaraicejo (Cáceres), a comienzos de diciembre de 1625. La disposición testamentaria ordenaba el traslado de su cuerpo hasta Ávila, pues era su deseo reposar para siempre en la capilla familiar que él y su hermano, el marqués de Velada, habían comenzado a construir en la catedral de la ciudad del Adaja. Sin embargo, no se llevó a efecto el traslado hasta 1648.





Fuentes relacionados:
Almagro García, Antonio (2003). Santa María de los Reales Alcázares de Úbeda: Arqueología, historia y arte. Úbeda: Editorial El Olivo. ISBN 8495244675. OCLC 54370786.

Moreno Mendoza, Arsenio.  La imágen Neoclásica y romántica de Úbeda y Baeza, 2011