domingo, 18 de mayo de 2025

LA OBRA PICTÓRICA DE PEDRO MACHUCA. EN LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA DE LOS REALES ALCÁZARES.


Lugar de origen de la Piedad de Pedro de Machuca, Retablo de la Misa de San Gregorio, Capilla del Desaparecido Coro de Santa María. Archivo Gabriel Delgado Juan. Año 1926.


Aspecto de las Capillas del desaparecido Coro, donde se encontraba citado retablo,  tras los Acontecimientos de 1936, foto gentileza Rosa G Pasquau


Ante el inminente regreso a Úbeda de la escultura del San Juanito obra atribuida a Miguel Ángel, esperemos que los Historiadores y Clero de Úbeda, reclamen al Obispado de Jaén, la vuelta de la pintura de La Piedad del siglo XVI, obra de Pedro Machuca, su regreso a la Basílica de Santa María de los Reales Alcázares, ( actualmente en el Museo de la Catedral de Jaén).


La personalidad artística de Pedro Machuca está ligada a la diócesis de Jaén y en especial a su catedral donde se conservan diferentes obras realizadas por el pintor entre 1520 y 1547. Como las pinturas integrantes del retablo de San Pedro de Osma así como las tablas de la Sagrada Familia y de la Piedad de María, de la Basílica de Santa María de los Reales Alcázares, conservadas en el museo catedralicio.











La Piedad del antiguo retablo de San Gregorio de Úbeda (h. 1540-45). Santa María de los Reales Alcázares, actualmente en la Catedral de Jaén.



La Piedad del antiguo retablo de San Gregorio de Úbeda (h. 1540-45). Santa María de los Reales Alcázares.

Por María Soledad LÁZARO DAMAS Instituto de Estudios Giennenses.

La Piedad del antiguo retablo de San Gregorio de Úbeda (h. 1540-45) El nombre de Pedro Machuca está unido también a una interesantísima versión del tema de la Piedad de María conservada en el Museo catedralicio de Jaén y ubicada originalmente en el retablo de la capilla ubetense de San Gregorio, fundada y edificada por el chantre Pedro de Cuevas, en la iglesia de Santa María de los RR. Alcázares, según se deduce de la información contenida en su testamento conocido, otorgado en 1529 y en el de su sobrino, Bernardo de Cuevas, también chantre de esta colegial, otorgado en 1541. Aunque no se ha documentado el contrato de realización del retablo, existen muchas posibilidades de que fuera este segundo chantre quien lo mandara realizar, a tenor de las noticias insertas en su testamento sobre la dotación de la capilla, haciéndose realidad en fechas cercanas al otorgamiento del testamento. El retablo se mantuvo en su emplazamiento original hasta la Guerra Civil, durante la cual fueron desmontadas algunas de sus tablas con objeto de preservarlas de la destrucción y enviadas a Jaén, a los almacenes instalados en esta ciudad.

De forma concreta hasta Jaén llegó una tabla con el tema de la Piedad, procedente de Úbeda, que se identifica con la conservada, y que con posterioridad fue enviada a Valencia. En esta ciudad se conservó y pasó a engrosar los fondos de su catedral hasta que fue reconocida por Fernando Benito Doménech y recuperada para la diócesis de Jaén. De la desaparición de la tabla tras la Guerra se hacia eco Manuel Gómez Moreno al describir el retablo, integrado por una pintura central con la misa de San Gregorio, la Piedad en el ático, figuras individualizadas de cuerpo entero y representativas de los Santos Juanes y cuatro tondos con bustos de dos apóstoles y dos doctores. Con posterioridad también la misa de San Gregorio se perdió, por lo que resulta imposible poder valorar si esta pintura pudo ser realizada por Pedro Machuca en exclusiva o ayudado por su hijo Luis Machuca. Precisamente Gómez Moreno señalaba una particularidad en este retablo como era el generoso uso del oro en ropas y accesorios, corlado encima y esgrafiado a la punta, como en el estofado de las imágenes, detalle que le hizo incluir el retablo entre las últimas realizaciones de Machuca. A nivel de estilo, las apreciaciones del investigador granadino sobre el uso del oro permiten establecer una relación con las pinturas del banco del retablo de San Pedro de Osma e, igualmente, la composición del ático de este retablo ubetense, con una crestería de grutesco a juzgar por las fotografías conservadas, permite establecer otra relación con el retablo catedralicio. Pero frente a las ricas tonalidades doradas de la misa de San Gregorio, no es esa precisamente la nota característica de la Piedad conservada, pues el oro apenas si se utiliza, sino la extremada sobriedad de la que el autor hizo gala tanto en la sabia composición del tema como en la elección del colorido, parco, frío, y convenientemente distribuido para acentuar un paisaje dilatado, amplio, vacío, amenazado por las tinieblas, y equiparable en sus dimensiones y soledad al drama representado en primer termino. Frente al convencionalismo de otras representaciones de este tema, en las que se exprimen al máximo los valores emocionales mediante la cercanía física de María al cuerpo difunto de Cristo, Machuca plantea ante todo la reflexión, la meditación, la soledad y el distanciamiento pues no hay contacto físico entre madre e hijo. Ambos son protagonistas del hecho certero de la muerte y de sus consecuencias que se hacen ostensibles físicamente en la figura exangüe dispuesta en primer término y se adivinan desde el punto de vista anímico en el cuerpo desmadejado de la Virgen, sostenido por el mismo madero que ha servido de patíbulo a Cristo.

El drama se plantea por medio de una pirámide cuya base es el cuerpo difunto y extendido sobre un lienzo blanco, el futuro sudario, con los hombros y cabeza sobre una piedra. La Virgen se dispone en el centro, sentada en el suelo, marcando el vértice. Las huellas del suplicio, del dolor físico, quedan simplificadas al máximo y reducidas a los puntos marcados por los clavos en manos y pies y la herida del costado. No existen huellas de sangre en un cuerpo planteado de forma muy correcta, de volúmenes sugeridos y matizados mediante la gradación de luces y sombras, y ponderado mediante una línea de contorno que lo individualiza plásticamente sobre el fondo. Igual sentido tiene el dibujo de la cabeza en la que destaca la negra cabellera con algunos rizos y se repite un tipo de rostro con pómulos marcados y acentuados lumínicamente, al igual que los párpados, detalles repetidos en otros tipos humanos de Machuca.

Similar resolución se utiliza en el caso de la Virgen, envuelta en túnica y manto verde oscuro sobre el que contrasta la claridad del velo y la toca con la que oculta su cabeza, marcadamente desviada en un escorzo para contemplar el rostro del Hijo. Su rostro vuelve a recordar el tipo de perfil redondeado, de ojos rasgados, nariz recta y boca pequeña que Machuca emplea en los rostros femeninos y adolescentes, ligeramente sombreado al inclinarse. Un tipo de rostro cuyos ojos nunca miran al espectador. Cerca del dúo familiar pero en piedras separadas se disponen dos elementos de gran simbolismo, la corona de. espinas y la calavera de Adán. Ambos símbolos trascienden el momento representado para ir más allá y razonar la necesidad de la muerte de Cristo a fin de hacer posible la Redención.

Son objeto para la reflexión, para la meditación, que ya se expresa en la resolución escogida para María. Las fuentes utilizadas por Machuca para esta pintura se han relacionado con su periodo italiano y con una obra de similar planteamiento iconográfico como es la Piedad de Sebastiano del Piombo en Viterbo, realizada hacia 1516-17, y que Machuca pudo conocer antes de su vuelta a España. De ella es tributaria la figura de Cristo, que reproduce el modelo de Sebastiano mas no la figura de la Virgen ni el fondo, sin relación alguna con la citada pintura italiana. Como pronto la pintura debió encargarse con posterioridad a 1529, e incluso bastantes años más tarde, en la década de 1540, en unos momentos en los que la temática de Machuca queda depurada de elementos anecdóticos, triviales incluso, para ponderar las figuras principales mediante su individualización física y anímica y mediante una aclaración de la paleta tonal.

No podría concluirse el comentario de esta bella tabla sin una alusión a su relación con la tabla de San Juan Bautista y San Antonio Abad integrante del pequeño retablo de la Virgen del Pilar del Museo Catedralicio, procedente de la iglesia de Santa María Magdalena, que podría vincularse al taller de los Machuca. De igual manera no puede olvidarse su protagonismo e influencia en el ambiente estético de La Loma de Úbeda. Aunque la Piedad o Quinta Angustia era un tema recurrente en la espiritualidad de la época y, en especial en las capillas funerarias de patronato privado, la Piedad de la capilla de los Chantres debió ejercer una importante atracción en su entorno hasta el punto de ser imitada en una obra escultórica, en uno de los nichos de la capilla de los Benavides en la iglesia conventual de San Francisco de Baeza. Sin duda el comitente no solo apreció la profunda emotividad del tema de la Piedad sino también la actualidad y oportunidad del diseño, demostrando con ello su admiración por la obra de su autor, Pedro Machuca

Fuente:

Revista Códice
https://www.revistacodice.es › codice20 › lazaro_damas
PDF
CODICE N¼ 20 DEF.


https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=525429


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